Huida by C. L. Magarik

Huida by C. L. Magarik

autor:C. L. Magarik
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
publicado: 2016-07-29T23:00:00+00:00


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—Esta vez, mis sueños me han fallado —concluyó Rowen.

Habían vuelto sobre sus pasos y recuperado la espada del recibidor, en el que sólo quedaba uno de los contratados de antes, acompañados de lejos por un par de clientes más que se iban con las manos vacías.

Para Fahr fue todo un alivio dejar los oscuros y polvorientos pasillos de la ópera atrás, pero como si se le hubiera grabado, aún en el silencio de la calle, podía escuchar en su cabeza los aplausos y las cifras gritadas al aire imponiéndose frente a los gemidos de las víctimas. Sacudió su cabeza, intentando que el viento húmedo y frío se llevara sus pensamientos y le espabilara en el proceso.

—Ahora deben estar echando a esas personas a carros y barcos y desaparecerán en lo más tenebroso del mundo de los ricos, sin nadie que defienda sus derechos…

—Bien, Rowen, me siento mucho mejor. —Su sarcasmo no fue nada considerado, después intentó arreglarlo —: Mira el lado positivo, hemos evitado un enfrentamiento.

—Pero todo lo que hemos hecho ha sido en vano.

En ese preciso instante, Fahr se sintió realmente tentado de meterle un tortazo. Se preguntó si Rowen se sentía igual cuando él sólo ponía pegas y, por si acaso, decidió evitar la violencia.

—Escucha, era una pretensión demasiado ambiciosa. Deberíamos haber dejado de lado lo de jugar a los héroes de cuento y habernos centrado en lo que podíamos hacer, avisando a las autoridades.

Rowen no contestó. Siguió caminando cabizbajo, hasta que Fahr paró de golpe a su lado, y él dejó de interesarse por la destrozada acera bajo sus pies. Alzó la vista y su compañero no tuvo que explicarle nada. Frente a ellos, al final de la calle, acababa de aparecer el que se había ocupado de cantar las prestaciones y humillar a los esclavos sobre el escenario de la ópera.

—El lado por el que entramos nosotros era el opuesto al de la entrada de actores, porque sacaron a los esclavos desde la derecha —susurró rápidamente Rowen —. Está claro que hay otra entrada y otra salida para el edificio.

—Un poco tarde para tener eso en cuenta, ¿no?

Los dos tipos de ropajes negros de la subasta y su protegido bajito, que además llevaba un extraño velo cubriéndole el rostro, habían desaparecido en una taberna delante de ellos hacía escasos segundos. No había nadie más en la calle. Cualquiera habría pensado que debía estar arreglando cuentas con sus clientes, pero el adinerado traficante se acercaba sin duda hacia ellos, con un par de guardias siguiéndole en la distancia.

—¿Crees que nos ha descubierto? Quizás la mujer de la taberna…

El pelirrojo le chistó discretamente y Fahr decidió no anticiparse a los acontecimientos, aunque notaba la sangre palpitar con rapidez en su cuello.

—Buenas noches, caballeros —saludó el peligro en persona, cortésmente, cuando estuvo a su altura.

Rowen recuperó su fortaleza en un segundo y a Fahr no le pasó desapercibido el brillo repentino de sus ojos, indicio de que le había llegado una inspiración aleatoriamente adecuada. Le devolvió el saludo.



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